24 junio 2011

Toda una vida.


Toda una vida


             Le pusieron Blas porque no hubo tiempo de pensar otro nombre más largo. Se saltó la guardería y entró directamente a la escuela, donde pasó de curso varias veces para que le diera tiempo a acabar sus estudios antes del fin de este relato.
            Siempre empleó zapatos con cierre de velcro por no tener que atarse los cordones, y aunque le molestaban, jamás aceptó sustituir sus gafas por lentillas. El mismo nombre le incomodaba.
            Tras considerar innecesaria la universidad, buscando en la sección de anuncios breves del periódico Blas encontró un puesto de repartidor en una cadena de comida rápida. Eva daba muestras de café instantáneo en el súper; lo suyo fue amor a primera vista, pues no tuvieron tiempo para una segunda.
            Las fotos de su boda fueron hechas con Polaroid por no esperar a revelarlas, eligiendo Canarias para la luna de miel por aquello de la hora.
            Los quintillizos fueron prematuros, todos de una vez por eficiencia.
            No tardó Eva en pegársela a Blas con su monitor de taquigrafía. El suyo fue un divorcio Express.
            Aquello pudo con Blas, que terminó sus días esparcido sobre las vías del tren de alta velocidad.
            Justo a tiempo.

por Susana Brey.
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