23 marzo 2011

El amigo Gadafi

Desde hace unas semanas, Libia está en boca de todos. Parece ser éste el desenlace de una serie de revueltas que se han venido dando en el mundo árabe, aunque es posible que me equivoque, y dentro de poco estemos hablando de algún otro país que se une a la fiesta.

Me he parado a pensar por qué pasan este tipo de cosas. ¿Tal vez el pueblo se aburre y decide echarse a la calle para llenar su tiempo? ¿Les gusta sentir los palos de la policía sobre sus espaldas? No lo creo. Yo no sé mucho de política internacional, pero imagino que cuando todo un pueblo sale a la calle a protestar, sus motivos deben tener.
¿Por qué esos líderes, dictadores con puño de hierro, hacen oídos sordos al clamor de su gente? Su alergia a la democracia sin duda se debe a que no las tienen todas consigo. En el fondo deben saber que no cuentan con la verdad absoluta, y es hasta posible que sepan que están equivocados. Si alguien teme al diálogo y al intercambio de pareceres debe ser por algo.
Cuando se prohiben las manifestaciones, la libertad de expresión, y tantos otros derechos que en occidente se consideran fundamentales, es más sencillo mantener el poder, aunque el precio sea gobernar sobre un pueblo subyugado.
Gadafi no es más que otro exponente de lo que hemos visto tantas veces, por todo el mundo. No es el primero, y probablemente tampoco será el último, pero quizás este brote de protestas en el mundo islámico sea la señal de que incluso en el lugar más inesperado puede germinar la semilla de la esperanza.

Coco.
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